La beatificación de nuestro querido y recordado Juan Pablo II el Primero de Mayo de este año 2011 es, sin duda alguna, un momento inolvidable para todos aquellos que conocimos al Papa. Quizás esa es una de las peculiaridades de Juan Pablo II: fue conocido. No solamente el mundo ‘sabía’ quién era el líder de la Iglesia Católica, sino que fue un hombre al que todos pudimos sentir próximo. ¿Sabía usted que Juan Pablo II hizo 104 viajes fuera de Italia y visitó 128 países durante su pontificado (estuvo 7 veces en Estados Unidos)? Fue Pablo VI quien inauguró los viajes pastorales por otros países, pero solamente realizó 9. Dentro de Italia, Juan Pablo II realizó 146 viajes. Como obispo de Roma, hizo 301 visitas a parroquias de su Diócesis. Se calculan en 18 millones de fieles los que le visitaron en las audiencias públicas de los miércoles… No solamente su pontificado fue muy largo (26 años y 5 meses), sino que además fue un Papa visible, cercano, a quien se podía encontrar fácilmente. ¿Cómo olvidar el papamóvil, diseñado para que los fieles pudieran verle pasar en sus desplazamientos? Además supo usar como nadie los medios de comunicación social (televisión, radio, sermones, discursos, documentos…) para hacerse presente en los hogares de todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que quisieran verle y escucharle.
El Primero de Mayo de este año 2011, se reconoce oficialmente la santidad de Juan Pablo II. No solamente fue un Papa amoroso, un hombre de fe y oración, una personalidad atractiva… Fue un santo. Un santo al que millones y millones de personas vieron de cerca, miles lo tocaron, lo besaron o se fotografiaron con él. Un santo que anduvo por nuestras calles. Le vimos ser elegido y le acompañamos en oración en sus últimas horas, cambió nuestras vidas, nos ayudó a creer más en Dios, etc, etc. Y, sobre todo, fue cercano. Todos le sentíamos como un miembro de nuestra familia. Ahora le declaran santo y eso nos recuerda el mandato del Señor de ser santos como nuestro Padre del cielo es santo (Mt 5:48). Es importante que Juan Pablo II sea declarado santo tan pocos años después de su muerte (solamente 6), porque es un impulso para todos los que le conocimos y un llamado de Dios a ser santos. Porque se puede llegar a santo caminando por nuestras calles.
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